¿Huir de la Tristeza o la Insatisfacción?


A veces nos sentimos tristes o insatisfechos. ¿Hay que hacer algo para dejar de estar triste o insatisfecho? Eso es lo que normalmente se cree se debe hacer y lo que se hace casi siempre. Desde el punto de vista del Yoga no, no hay que salir corriendo en busca de compañía, distracción o goce, sino que hay que tomar consciencia de ese estado. 


Desde la mirada más amplia a la que accede el Yoga, todo lo que nos llega en la vida, tanto de afuera como de adentro, es algo que nuestro Ser magnífico, omnipenetrante, inmenso y todoabarcante envía a nuestra vida para algo, por algo. Todo tiene un sentido y la idea es ir penetrando en ese sentido a través de las circunstancias y estados mentales-emocionales-energéticos que vamos viviendo. 

Huir es todo lo contrario de observar, huir es todo lo contrario de abrirse a esa señal, a ese mensaje que la Consciencia Cósmica (es decir nosotros, nuestro Ser más profundo y esencial) está enviando para nuestro proceso de evolución. 

Desde la perspectiva del Yoga la vida no es perseguir el bienestar (sea ello a través del dinero, personas, situaciones o cualquier cosa externa), no es luchar por alcanzar ciertas metas ni por parecerse a alguien cuya suerte envidiamos; la vida es estar de pie mientras llegan todas esas cosas que llegan del universo, sentirlas, dejar que hagan lo que tienen que hacer en nosotros, tomar la mayor consciencia posible de lo que nos ocurre, y así, mágicamente, va ocurriendo una mayor profundidad, una mayor fortaleza, una mayor tranquilidad, una mayor libertad, un estar centrado más consistente. 

Huir es agotador y jamás nos deja realmente tranquilos, pues siempre hay que volver a huir, siempre vuelve el vacío, la carencia, el miedo, la insatisfacción. Huir sólo nos da una tregua momentánea, es un sucedáneo, jamás nos deja realmente satisfechos y plenos como anhelamos. 

Centro es lo opuesto de periferia. Huir es irse a la periferia. El centro es la plenitud inexpugnable, el bienestar y paz que nada ni nadie pueden amenazar, ni siquiera la enfermedad ni la muerte. 

Libertad es elegir en vez de necesitar, cuando necesitamos ciertas condiciones externas para estar feliz no somos libres, quizás podemos parecer libres pero no lo somos, nuestra felicidad es sumamente frágil: depende de que esté tal o cual circunstancia, de que esté tal o cual persona, de que las personas se comporten como yo quiero y no de otro modo, etc. Apenas algo se aleja de nuestras preferencias nuestro bienestar y nuestra libertad se caen a pedazos. La única libertad verdadera es aquella que no necesita de nada externo, es aquella armonía de ánimo que se sustenta en el simple Ser, en el simple ser consciente. 

Por ello desde la comprensión del Yoga no buscamos arrancar de la tristeza ni del vacío ni de la agitación, los recibimos, nos quedamos con esa sensación hasta que quiera quedarse, la observamos. Distinguimos entre la pura experiencia de pena o insatisfacción y las producciones mentales que la aumentan y extienden. Dejamos ir el pensamiento-ego, nos quedamos con la sensación desagradable bailando hasta que se extinga naturalmente. 

No huimos, no llenamos el vacío con ninguna de las muchas posibilidades que nos da el mundo ni con ninguna de las estrategias que conocemos. 


No huimos, permanecemos, recibimos todo lo que cada momento quiere regalarnos, vivimos ese vacío que tan fácilmente se muta en plenitud y viceversa. 

Así vamos aprendiendo, vamos evolucionando, acostumbrándonos a permanecer quietos, silenciosos de ambición, silenciosos de control, silenciosos de acción. Vamos despertando al aquí y ahora, al centro, a la no-ambición, al no-huir, al no-llenarnos, al silencio amplio de nuestra vastedad.

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