Filosofía del Yoga: No soy este Cuerpo, no soy esta Mente

 De acuerdo a la visión y experiencia del Yoga, nuestro Ser esencial no es la mente ni el cuerpo. Nuestro Ser verdadero –en cambio- es algo más sutil, más profundo, que no sufre modificación ni aniquilación.




Desde esta comprensión, dado el caso que enfrentemos una circunstancia que nos genera malestar o dolor, recordamos que no somos ese cuerpo que está siendo amenazado o perjudicado y que tampoco somos esa mente ni ese ego, que están siendo afectados.

Recordamos que somos otra “cosa” … una entidad que es distinta de los deseos y necesidades del ego. Ese ser más profundo no necesita riqueza o ir tras de algo para obtener bienestar, no necesita el aprecio o reconocimiento de los demás, no necesita defender una posición, así como tampoco requiere proyectar alguna imagen de sí mismo, ni justificarse. En realidad, no necesita nada, absolutamente nada, quizás sólo recordarse a sí mismo, saberse a sí mismo, estar en en el centro.

Al deshacer la ilusión de que somos esas necesidades (que normalmente creemos tener), nos instalamos más cerca de nuestro Ser. Allí … en el centro, simplemente nos sentimos bien, nos sentimos tranquilos, sentimos plenitud.




Esto que decimos no tiene mucho sentido si no se lo ha experimentado personalmente, si no se lo ha sentido en carne propia. Por eso es que es tan necesaria la práctica (de Raja y Gnana Yoga), porque ella nos va acercando poco a poco a esa experiencia. Una vez que hemos sentido que somos algo inmaterial e infinito, entonces podremos recordar esa comprensión. Pero de otro modo, sólo será una aseveración intelectual que lamentablemente no tendrá suficiente poder sobre nuestro estar en el mundo y en la vida.

Esta es la razón de que al comenzar esta serie de artículos señalábamos que si queríamos comprender verdaderamente estas líneas, debíamos practicar Yoga y no sólo leer o tener la intención de aplicar sus enseñanzas. La frase de swami Sivananda “Más vale un gramo de práctica que toneladas de teoría” resume esta inevitable realidad: para la mayoría de nosotros es indispensable la práctica, para realmente producir la transformación que genera felicidad y libertad.

Al producirse esos cambios … entonces ocurre una revolución … todo cambia en nuestra vida. Nuestra visión y nuestro estar en la vida cambian de modo sutil pero poderoso, podemos estar serenos aunque afuera haya agitación, podemos sentirnos bien aunque no estén ocurriendo las condiciones que nos gustan … disfrutamos del bienestar y gozo que provienen desde nuestro interior. 




La transformación nos lleva a instalarnos en “drasthu”, el “veedor”, “aquél que ve”, la Consciencia Testigo, Sakshi, aquel que simplemente observa y nada le afecta, que no toma partido por nada, que no desea ni rechaza nada, la Pura Consciencia … allí donde hay plenitud.

Aclaremos que en Yoga “mente” no es lo mismo que “consciencia”. Mente se refiere a los pensamientos, recuerdos, emociones, planes, miedos, preocupaciones, deseos, aversiones, apegos, etc., mientras que Consciencia se refiere al Ser, la Esencia, el Alma, el Espíritu, Purusha, Atman, es decir, aquel darse cuenta que es nuestra verdadera naturaleza.

La experiencia de nuestro Verdadero Ser puede desarrollarse con la práctica de cierto tipo de meditaciones en las que se visualiza al cuerpo que muere, se pudre, o se quema, con la técnica de meditación Shoonya dharana, en la que nos vamos desintentificando del cuerpo y de la mente y nos vamos identificando con la Consciencia Pura, o aquellas en las que se observan los propios pensamientos, como Antar Mouna o Chidakash dharana.



Si ya hemos tenido la experiencia de que nuestro verdadero ser no es el cuerpo ni la mente sino “otra cosa” más profunda e invulnerable, podremos retornar a esa comprensión de cuando en cuando, en esas ocasiones en que el mundo otra vez nos envuelve con su sufrimiento.

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